ILUSTRES

  • VÍCTOR CÚNSOLO

    Nació en Siracusa en 1898 y falleció en Buenos Aires en 1937. “Su familia se trasladó a la Argentina en 1913. Ingresó al taller de Mario Puccione en 1917 para estudiar dibujo y pintura. Trabajó en El Bermellón, el atelier de Juan del Prete, Víctor Pissarro, Salvador Cali y Guillermo Bottaro. En 1927 realizó su primera muestra individual en la galería La Peña. Expuso en el Salón Nacional desde 1927 hasta 1935 y participó de distintas muestras en Europa y América. Inicialmente impresionista, se volcó luego hacia una atmósfera metafísica, prefiriendo siempre los tonos grises y suaves. Uno de los temas recurrentes en Cúnsolo es el barrio de La Boca, que retrató con sobriedad y cierta melancolía, aunque siempre con una acentuada inquietud social. Una de sus obras más conocidas es La Vuelta de Rocha (1929). Entre sus numerosas creaciones, habitualmente protagonizadas por los barcos, el puerto y el río, sobresalen Niebla en la Isla Maciel Atardecer gris Anocheciendo ” (16).

  • FRANCISCO CAFFERATA

    Nacido en La Boca, es el primer escultor argentino formado en un medio académico, donde adquiere conocimientos sobre las principales tipologías de la escultura pública.
    De muy joven cursa estudios de dibujo con Julio Laguens y en 1877 viaja a Florencia donde asiste a los talleres de Urbano Luchessi y Augusto Passaglia, representantes del eclecticismo escultórico decimonónico. Durante su estadía en Italia ejecuta y funde el Monumento al Almirante Guillermo Brown , héroe naval que venciera en la batalla de Juncal.
    A su regreso a Buenos Aires, en 1885, trae consigo el bronce que es inaugurado al año siguiente en la plaza del pueblo de Almirante Brown, (actual localidad de Adrogué), siendo el primer monumento público realizado por un artista argentino.
    En Buenos Aires, en la Exposición Continental de 1882, Cafferata expone Esclavo (c.1882), una de sus obras más representativas por su fuerza expresiva y su técnica depurada. Premiada con la medalla de oro, la escultura representa a un esclavo de raza negra, desnudo y encadenado, sentado sobre su cadera con las piernas reclinadas y apoyado sobre su mano derecha.
    El rostro trasunta el cansancio de un aparente y transitorio reposo. Si bien Cafferata se apega a las normas académicas, la obra denota interés por la representación naturalista, particularmente en la posición escogida y en el sugestivo tratamiento del rostro del personaje.
    La obra se encuentra actualmente emplazada en el Parque 3 de Febrero, en la ciudad de Buenos Aires. Asimismo Cafferata realiza bustos de Bernardino Rivadavia, Manuel Belgrano, Mariano Moreno, Bartolomé Mitre, el poeta José de Espronceda y el pintor José Bouchet. No había cumplido los treinta años cuando se suicida en Buenos Aires.
    Estaba esculpiendo la figura del negro Falucho, trabajo que había ganado en un concurso. El monumento dedicado a Antonio Ruíz -soldado del regimiento Río de la Plata del Ejército Libertador que se negó a rendir honores a la bandera realista y fue fusilado en 1824- es concluido con algunas modificaciones por Lucio Correa Morales. Actualmente se encuentra emplazado en la Plaza Falucho en el barrio de Palermo.
    El 28 de noviembre de 1890 se suicidó. Su obra Falucho (que había ganado en un concurso) quedó inconclusa, siendo terminada, con varias modificaciones, por su condiscípulo Lucio Correa Morales.

  • FORTUNATO LACÁMERA

    Fortunato Lacámera nace en Buenos Aires el 5 de octubre de 1887. Trabaja en el Ferrocarril del Sur como aprendiz de telegrafista, empleo al que renuncia en 1912 para tomar lecciones vespertinas con Alfredo Lazzari en la Sociedad Unión de la Boca. Comienza así su formación artística, al tiempo que trabaja como pintor de brocha gorda y decorador de interiores.
    Desde 1919 concurre al Salón Nacional y, más adelante se presentará también en salones provinciales y municipales. En 1922 realiza su primera exposición individual en la Galería Chandler, para luego hacerlo también en la Asociación Amigos del Arte (1930); en el Salón Signo (1932), en la Galería Moody (1937), en los Salones de Arte del Banco Municipal (1940), en la Asociación Gente de Arte de Avellaneda (1942), en Impulso (1943) y en la Galería Antú (1950).
    En 1926 participa en los inicios del Ateneo Popular de La Boca.
    En 1929 obtiene el Premio “Sociedad Estímulo de Bellas Artes”, en 1936 el Premio de Acuarelistas de la Dirección Nacional de Bellas Artes y dos años más tarde, el Premio Estímulo del Salón Nacional. En 1939, ingresa como docente en la Escuela Técnica de Oficios Nº 4.
    En 1940 funda la Agrupación de Gente de Artes y Letras Impulso, institución que presidirá hasta 1951, año de su fallecimiento. Lo acompañan en esta empresa los artistas Vicente Vento, José Luis Menghi, José Desiderio Rosso y cuenta con la temprana adhesión de Miguel Carlos Victorica. La agrupación inicia sus actividades con una gran exposición colectiva en la que presentan sus obras Quinquela Martín, Victorica, Diomede y el mismo Lacámera. Allí expusieron, entre otros artistas, Pettoruti, Centurión, Butler, Forner, Castagnino, Spilimbergo y Lucio Fontana.
    En 1950 recibe los premios “Rosa Galisteo de Rodríguez” del Salón de Santa Fe y “Eduardo Sívori” del Salón Nacional.
    El artista fallece el 26 de febrero de 1951 y, poco después, se realiza en Impulso la primera exposición póstuma de sus obras. Al año siguiente, el Teatro Iris de La Boca, coloca una placa conmemorativa.
    Su producción forma parte de importantes muestras colectivas realizadas en el país, como La pintura y escultura argentina en el siglo XX en 1952 y Ciento cincuenta años de arte argentinoen 1960. Entre agosto y septiembre de 1978, se realiza en la Galería Balmaceda de Buenos Aires la exposición colectiva titulada Homenaje a Fortunato Lacámera, en la que representantes del arte contemporáneo como Luis Fernando Benedit, Víctor Grippo, Héctor Giuffré, Juan Pablo Renzi, Ileana Veggezi y Pablo Suárez, distinguen al artista a través de citaciones y recreaciones de su pintura.
    En 1987, en homenaje al centenario de su nacimiento, se realiza conjuntamente en las Galerías Kramer, Rubbers, Vermeer y Wildenstein, una muestra constituida por más de sesenta y cinco de sus obras. Entre las exposiciones más recientes dedicadas al artista cabe desatacar la retrospectiva que organizó el Centro Cultural Recoleta en el año 2000.
    Sus obras integran el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes; el Museo de Bellas Artes de La Boca “Benito Quinquela Martín”; el Museo Municipal de Artes Plásticas “Eduardo Sívori” y los museos municipales de Tandil, Junín, Mar del Plata, Bahía Blanca y Rosario, además del Museo “Pedro de Mendoza” en Santa Fe y el Liceo Militar “Gral. San Martín”, provincia de Buenos Aires.
     
  • BENITO QUINQUELA MARTIN

    Es considerado el pintor de puertos -por excelencia- y es uno de los más populares pintores argentinos. Sus pinturas portuarias muestran la actividad, vigor y rudeza de la vida diaria en la portuaria La Boca.
    No ha podido determinarse con certeza su nacimiento porque fue abandonado el 20 de marzo de 1890 en la Casa de los Expósitos , un orfanato con una nota que decía “Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín” . Por su forma física, se dedujo que habría nacido 20 días antes; por lo que se fijó aquella fecha para su cumpleaños.
    Con seis años, fue adoptado por Manuel Chinchella y Justina Molina, y él adoptó el apellido de su padrastro (que luego sería fonetizado como “suena” en el italiano, al castellano como Quinquela ). “Mi vieja me conquistó en seguida -dicta Quinquela en su autobiografía recogida por Andrés Muñoz y publicada en 1963- y desde el primer momento encontró en mí un hijo y un aliado” . Justina Molina tenía sangre india, venía de Gualeguaychú y era analfabeta, lo cual no le impedía atender la carbonería en el barrio porteño de la Boca con perfecta eficiencia: se acordaba mejor que nadie del estado de cuentas de cada cliente. Manuel Chinchella era un forzudo italiano que redondeaba los ingresos de la carbonería con trabajos en el puerto, donde cargaba de a dos las bolsas de 60 kg. Su trato con el niño era un poco distante, de ruda ternura, pero cada tanto una caricia cuando el padre llegaba del puerto le tiznaba la cara al “purrete” (niño).
    Quizás sus más famosos trabajos sean: Tormenta en el Astillero ( Museo de Luxemburgo , París ), Puente de la Boca ( Palacio St. James , Londres ), Crepúsculo en el astillero (Museo de Bellas Artes , Buenos Aires).

  • JUAN DE DIOS FILIBERTO

    FILIBERTO, Juan de Dios. (Nombre de familia: Oscar Juan de Dios Filiberti). Músico. Violinista. Director. Compositor.
    Nació en Buenos Aires, barriada de La Boca, el 8 de marzo de 1885. Hijo de Juan Filiberti y de Francisca Rubaglío. Su padre, a quien se conocía por “Mascarilla”, tuvo a su cargo, a fines de siglo, la administración del Bailetín del Palomar, recreo próximo a la esquina de Suárez y Necochea, y de una casa de diversiones con música en Brandsen y Villafañe, siempre en la zona ribereña. Cursó la enseñanza primaria en diferentes escuelas: la Almirante Brown, la de Necochea y Pedro de Mendoza, el colegio salesiano de San Juan Evangelista. A la par de los últimos años de la primera enseñanza, cursados en el colegio Árgaño, comenzó su largo desfile por oficios diversos: fue calderero, lustrador de zapatos, ayudante de confitero, cadete de escribanía, mandadero de una agencia de loterías, vendedor callejero, aprendiz de albañil —el oficio de su padre— y, a ratos, estibador o carrero. En 1899 estabilizó su trabajo como mecánico. Y desde 1904 hasta 1910, se desempeñó en los talleres navales de Mihanovich. Por ese entonces ya había incursionado por los caminos de la música, tocando de oído primero, una armónica, y luego una guitarra que sustrajo a cierto marinero inglés y con la cual integró un conjunto boquense con otros
     once guitarristas. Los conocimientos elementales de solfeo se los impartió Héctor Polzinetti, que trabajaba como carpintero en Mihanovich. Más tarde —1908—enriqueció su saber bajo la atención del maestro Piaggio, director de banda éste, en la Sociedad Unión de La Boca, quien le enseñó solfeo cantado y le perfeccionó la rudimentaria técnica violinística que había aprendido con Bachicha, un genovés amigo suyo. Con la vocación perfectamente definida ya, ingresó al Conservatorio Pezzini- Stiatessi, donde César Sttiatessi le dio clases. Posteriormente continuó sus estudios con Torcuato Rodríguez Castro, quien le introdujo en la armonía durante su paso por el colegio Roca y le gestionó una beca para seguir cursos superiores con Alberto Williams. En el conservatorio de éste, además, recibió clases de piano de Argenciani, para concluir su instrucción musical junto a Eduardo Fornarini que le dictó contrapunto. Se ganó entonces su vida, dando clases y tocando violín en pequeños conjuntos de fugaz actuación en su barrio y en un cuarteto de cámara. Ya había compuesto a esa altura su primer tango, Guaymallén, dado a conocer durante una breve estada en Mendoza, en 1915, y el cual dedicó a un grupo de artistas mendocinos. Desde 1916 hasta 1918, produjo otros seis: Suelo argentino, Cura segura, De mi tierra, Se recomienda solo, Quejas de bandoneón y La planchadorcita. Éste fue bautizado por el artista plástico Facio Hebecquer, a cuyo atelier de la calle Monasterio concurría juntamente con González Pacheco, González Castillo, Riganelli y Armando y Enrique Discépolo, para participar en unas tradicionales tertulias.
    Al llegar 1920 sin haber logrado aún que sus composiciones alcanzaran mayor divulgación, comenzó la etapa durante la cual perfiló definitivamente su estilo y su ubicación temperamental en la música popular (1921), El besito (1923), El ramito (1923), Caminito (1924), La porteñita (1928), Clavel de/ aire(1929) —todos editados por Héctor Natalio Pirovano— y que configuraron la originalidad de su obra. Páginas reunidas bajo la de nominación genérica de “canción porteña” empleada ésta a partir de El besito, fueron, a pesar de su estructura rítmica semejante a la del tango, una forma popular cantable espiritualmente diferente. Acaso, el distingo sustancial estuvo —en lo musical— referido a la naturaleza de la línea melódica, dibujada sobre la base de notas largas y sobreentendidamente plasmadas para su vocalización o su ejecución en tiempos medios y, preferentemente, lentos o muy lentos. Y en lo anímico, por una ingenua y dulzona languidez —bien distinta, por cierto, de la melancolía del tango— y en la que se combinaron inesperadamente lo contemplativo del estilo criollo y la lírica lentitud de ciertas canciones populares italianas. Al margen de esta peculiar faceta de su producción y simultáneamente con ella, ofreció un nutrido repertorio de tangos de fisonomía ortodoxa, como Langosta, Malevaje, Cuando llora la milonga (calificado éste por su autor como”tango de concierto”), Ladrillo, Compañero, Comadre, Amigazo, Yo te bendigo y el instrumental Quejas de bandoneón, que, difundido por Julio De Caro, fue luego enriquecido con una hermosa variación para bandoneones escrita por Carlos Marcucci. Ya consagrado, dentro y fuera de fronteras por su obra de compositor imaginativo y original, virtualmente concluida en 1933, con Botines viejos, formó —también en tesitura diferente a la clásica Orquesta Típica— su Orquesta Porteña, con inclusión de instrumentinos —flauta y clarinete— y, posteriormente, de armonio. Formado a comienzos de 1932, su agrupación debutó en el Teatro Porteño, durante agosto de ese año.
    Tocó luego en el Teatro Cómico, animando musicalmente las representaciones de la pieza Villa Crespo, de Alberto Vaccareza, y en la temporada veraniega de Mar del Plata.
    También en 1933 participó su orquesta en el rodaje de la película Tango, con otras muchas figuras, bajo la dirección de Luis Moglia Barth. Se presentó desde entonces hasta 1930, por las emisoras Excelsior, Splendid y Belgrano, grabando desde Botines viejos y La charlatana (1932), sus versiones para los discos Odeón; entre éstas, las de El 13, Responso malevo, Hermano, que fueron bien representativas de su modalidad de intérprete y exacto reflejo propio de su “canción porteña”. En 1939, sobre la base de su agrupación, formó la Orquesta Folklórica de la Municipalidad de Buenos Aires, que condujo hasta 1948, durante los tres años siguientes, bajo el nombre de Orquesta Popular y Orquesta Argentina de Cámara. A más de los tangos ya mencionados, compuso La vengadora, Mentías, El musicante, Brasil, Que me la traigan, El último mate, Linyera, La vuelta de Rocha, Saturnia y, en sus últimos años, La canción (1959).
    Falleció en su casa de la calle Magallanes 1140, frente a la placita Matheu, en La Boca, el 11 de noviembre de 1964.
    Por Horacio Ferrer