HISTORIA DEL BARRIO
EL PEQUEÑO MUNDO DE LA BOCA”. Cortometraje de Humberto Peruzzi. Año 1953
“El pequeño mundo de La Boca” es un cortometraje color realizado en 1953 por Humberto Peruzzi, que narra los eventos que se suceden en un día típico del barrio porteño de La Boca. A través de un relato audiovisual poético, el film muestra la comunión entre el ritmo laboral y un mundo de colores y melodías en el contexto de un barrio obrero del que emergen artistas como Benito Quinquela Martín y Juan de Dios Filiberto. En el reducido equipo de producción se destacan reconocidas figuras de la cinematografía argentina: la voz de Héctor Coire, el guión de Ariel Cortazzo, el montaje de Antonio Ripoll y la dirección musical de Oscar Sabino.
Fuente: Archivo Histórico de Radio y Televisión Argentina.
HISTORIA
Históricamente, La Boca siempre ha sobresalido. “No es casual que nuestro barrio haya resistido a la intervención de los sucesivos gobiernos a lo largo de la historia. Fue allí que se formaron el primer Cuerpo de Bomberos Voluntarios de la Argentina (segundo del continente latinoamericano) y la primera asociación cooperadora.
Se destacó siempre por ser un barrio de librepensadores. Cuando vinieron los salesianos, la juventud boquense – muy culta y muy rebelde- no podía aceptar todas esas cuestiones religiosas. Ellos llamaban a los grupos religiosos “grupos de superstición”. Aunque no se puede desmerecer la importante obra de los salesianos, laboriosos educadores, hubo una lucha terrible porque los jóvenes boquenses -con sus centros culturales, bibliotecas circulantes, círculos filodramáticos y bandas de música- no soportaban que vinieran los sacerdotes a imponerles su credo. Hubo encontronazos que duraron años, a tal punto que el Viernes Santo en La Boca se organizaban grandes asados y conferencias científicas”.
“De hecho, La Boca era un lugar al margen de la ciudad. Por ejemplo, pese a que algunos inmigrantes vinieron de Europa con mucho dinero, la elite porteña no podía soportar que gente de origen tan humilde se destacara tanto por medio de hijos notables. Los movimientos culturales de aquel tiempo trataban de omitir en todo a la gente de La Boca. Destacados artistas boquenses como Francisco Cafferata, Zonza Briano y otros intelectuales nunca tuvieron todo el reconocimiento que merecían”.
El “mítico” antecedente independentista
Como consta en el opúsculo La República de La Boca [Granara Insúa, Rubén. Buenos Aires, Ed. La Boca del Riachuelo, 1986], al investigar sobre este hecho no se encontró absolutamente nada. “Nosotros creemos que se trata de una leyenda oral, aunque algo existió: hubo una huelga de grandes proporciones que obligó a algunos inmigrantes pobladores de La Boca a levantar la bandera genovesa (dado que la mayoría de ellos era de ese origen). Lamentablemente, nadie ha podido encontrar ningún tipo de documento que pruebe la versión originada en el libro de Ignacio Weiss” [Gauchos, gesuiti, genovesi. De Luca, Ed. Nueva Impresora, 1955].
Rubén Granara Insúa.
La primera República
En 1907, parte de la elite boquense decidió fundar una República de La Boca independiente. “Se trataba de un grupo muy divertido y también muy crítico, conocido principalmente de 1904 a 1906 como “los contreras de Quintana”, que criticaba las actitudes de dicho Presidente desde un periódico llamado Quiquiriquí. Fue durante su gobierno cuando más se reprimió a los obreros, y por eso en La Boca ese apellido era sinónimo de represión y de todo lo desagradable”.
Aquella primera República, constituida formalmente el 13 de diciembre de 1907, tuvo como presidente a Roberto T. Hosking. Su escudo: una herradura (símbolo de buena suerte) en cuyo interior se veía una mano haciendo los cuernos (“contra la jettatura”)”.
Las leyes promulgadas por este gobierno eran sumamente curiosas. “Estaban, por ejemplo, las normas que exigían la aplicación de un impuesto a los solteros; la expulsión de extranjeros procedentes de Barracas, Constitución o “del centro”; y el apoyo al movimiento feminista iniciado al otro lado de la frontera, en la Capital Federal. También regía la Ley del Canuto, que era una especie de caño hueco por donde soplaba el Presidente para hacer salir los decretos. Esos eran los medios que utilizaban para gobernar”.
“Esta República estaba compuesta por apellidos muy distinguidos de aquel tiempo, inmigrantes que se habían hecho la América al enriquecerse con el fruto de su medio de vida. Casi todos ligados a la construcción naval, tenían un muy buen pasar y vivían en grandes casas muy lujosas de La Boca , tanto de madera como de material”. “Se destacaron por organizar grandes eventos festivos, como las reuniones en la Isla Maciel (que era un apéndice de La Boca ), un lugar a orillas del Arroyo Maciel donde existían numerosos recreos de agua limpia y una cantidad de vegetación, similar al Tigre en miniatura. Por lo general, esas reuniones tenían un aspecto musical muy importante, y las partituras ejecutadas por los músicos y autores de la época eran todas de nombres por cierto muy curiosos, como aquella intitulada “¿No ves que me derrito?”. Estas fiestas se siguieron realizando a lo largo de varios años, hasta que todo quedó en el olvido. No se sabe si aquella primera República de La Boca terminó voluntariamente o si fue de hecho su decadencia”.
El segundo intento
En 1923, el ya famoso Benito Quinquela Martín decide revivir la República de La Boca. “No se sabe si lo hizo teniendo en cuenta a la anterior porque fue mencionada muy pocas veces, aunque Quinquela me había dado una fotografía de aquel grupo de 1907. Hay varias versiones, pero él no podía desconocer aquella primera República”.
José Víctor Molina fue elegido Presidente Dictador de este segundo intento de autonomía, en el que participaron entre otros boquenses ilustres como Juan de Dios Filiberto, Bartolomé Gustavino, el poeta Bartolomé Botto, los vecinos Amadeo Cichero y el distinguido joyero Rogelio Bianchi; todos investidos de rimbombantes títulos nobiliarios y engalanados con estrafalarios atuendos.
“Mientras que la primera República había sido más aristocrática, este gobierno de carácter eminentemente popular organizaba imponentes desfiles callejeros y grandes fiestas en las que participaba toda la gente de La Boca e incluso algunas figuras internacionales. (Cuando se recaudaba algún dinero, se hacían donaciones al incipiente Hospital Argerich) En los primeros tiempos, el escenario era un famoso restaurante llamado “El Pescadito”; pero desde que en 1932 se inauguró el Rancho Banchero, las fiestas pasaron a celebrarse en el local dirigido por don Juan Banchero, quien pasa a ser integrante de la República de La Boca como Emperador de la Fugaza. Denominada ” La Casa de los Artistas”, allí concurría todo el mundo artístico de ese tiempo, que venía incluso de otros barrios para comer la célebre fugazza con queso (ya que todavía no había aparecido la pizza -originaria del sur de Italia-, y lo que se consumía en La Boca eran la fugazza con queso y la fainá -provenientes de la Liguria , al igual que la mayoría de los inmigrantes boquenses-“.
“Tras el fallecimiento de Molina, en 1960 surgió como sucesor el escribano Victoriano Caffarena, conocido como “Toto”, una figura muy querida en un amplio sector ribereño. Este gobierno decidió seguir adelante pese al alejamiento de Quinquela (quien por motivos desconocidos se separó y creó la Orden del Tornillo). Las reuniones continuaron con entusiasmo y dedicación pero, con el tiempo, todo fue palideciendo hasta quedar apagado un último grupo muy pequeño que se reunía de vez en cuando, tras el fallecimiento de Caffarena en 1972. Quedó como custodio de dicha República el destacado vecino don Federico Cichero”.
No hay dos sin tres
“Ya en 1968, junto a don Antonio J. Bucich -el historiador por antonomasia de las glorias y las tradiciones de La Boca- habíamos fundado el Seminario y Archivo de Historia de La Boca del Riachuelo. Bucich había comenzado una tarea de indagación ya en la década de 1920 y había publicado casi todo lo que se conoce sobre la historia del barrio. Yo era en ese tiempo un coleccionista y recopilador de material histórico, guardando todo objeto o documento relacionado con la historia de La Boca , pensando siempre en la creación de un museo”.
“Las sucesivas pérdidas habían ido desgarrando al barrio: Filiberto falleció en 1964; Antonio J. Bucich, en 1976; Quinquela, en 1977; también por esos años murió el escultor Roberto Capurro. La muerte de Quinquela fue un poco como la muerte de La Boca , porque era como una figura patriarcal y todo se desarrollaba en torno a su dictamen y consejo”.
“Por otra parte, en la década del ochenta del siglo XX nuestro barrio era un desastre total. Había mucha delincuencia; sufríamos grandes problemas edilicios y sociales. Viendo que todo se desmoronaba, en aquel momento crítico decidimos hacer algo porque el Seminario no era el apropiado para llamar la atención de las autoridades ante tanta ignominia. Así fundamos la tercera República, gestada secretamente en julio de 1986 en el local del periódico Versiones de La Boca , dirigido por Roberto Alvarez”.
“A fin de evitar la oposición de los antiguos gobernantes, todo se organizó en secreto. Cuando ese temor se concretó, prevaleció la intención de darle nuevo impulso a esta República, y reunir mucha gente joven para darle continuidad al proyecto. Tito Banchero fue el primero en reclamar, aunque luego comprendió la importancia del movimiento que se creaba y aceptó su designación como Primer Ministro”.
“Cuando el 20 de septiembre de 1986 se lanzó la III República con todo el equipo de ministros, de gentili uomini, de cavalieri, apareció toda La Boca empapelada con afiches que comunicaban todos los llamativos artículos de esa nueva Constitución. Todo el barrio se revolucionó. Hubo un desfile con una banda de música que desde mi residencia recorrió las calles en dirección al Rancho Banchero, que quedó chico ante la multitud que esperaba a la comitiva. Ante grandes personalidades como el eminente historiador Enrique de Gandia y el profesor de la Universidad de Venecia Meo Zilio (que se encontraba en Buenos Aires para investigar sobre el cocoliche y el lunfardo), se entregaron las condecoraciones (medallas y cadenas de distintos colores según el rango) al cuerpo íntegro de la República de La Boca , mientras que una orquesta típica ejecutaba el himno de La Boca , el célebre tango “Caminito”.
“Pero no era cuestión de pasarse de fiesta en fiesta. Ahí comenzó una labor cultural enorme: se continuó señalando todos los lugares históricos de La Boca , se colocaron algunas placas, se hicieron muchas cosas para mantener viva la historia del lugar y para que los jóvenes supieran lo que había ocurrido en su barrio. Todo ese bagaje de conocimientos se volcó después en publicaciones y otras actividades destinadas a exaltar la cultura boquense”.
También había que conseguir una sede de gobierno y un lugar para crear el Museo Histórico de La Boca , principal objetivo de la nueva República. “El sitio elegido fue el edificio del antiguo Nuevo Banco Italiano [ubicado en Almirante Brown y Lamadrid] (que ya se había convertido en el Banco de Crédito Argentino), por entonces, usurpado. Lo habían desocupado para demolerlo e instalar una torre de edificios, pero fuimos a comunicarle al directorio del Banco nuestro interés por comprar el edificio. Pese a que no teníamos ni un centavo, nos manejábamos como magnates. Por fin, luego de azarosas y novelescas tramitaciones, el 29 de agosto de 1988 adquirimos la mencionada propiedad. Cabe destacar que nuestra intensa labor inicial fue sostenida indeclinablemente por el Consejo Fundador, numerosos amigos y simpatizantes, las autoridades del Banco de Crédito Argentino y la Fundación Hermanos Agustín y Enrique Rocca, que aportó los primeros pesitos para iniciar la restauración del edificio”.
“Pasada la tragicómica etapa del desalojo, dado que los intrusos también se habían entusiasmado con el Museo, comenzó la restauración del edificio y se trasladó todo el material reunido a lo largo de muchos años. Estos documentos, fotos y objetos de gran importancia incluyen los célebres manuscritos -únicos en América- de Giuseppe Verdi a la Sociedad José Verdi cuando a fines del siglo pasado lo nombrara Presidente Honorario. También hay otros importantísimos elementos referidos a Juan de Dios Filiberto, Quinquela Martín y otros artistas. Además, se han organizado varios congresos de historia y urbanismo, un cabildo abierto en 1999, y encuentros sobre la problemática barrial en todas sus disciplinas. La intención es, de una forma u otra, inaugurar el Museo antes de fines del 2001 porque, con el paso del tiempo, se van yendo algunos miembros de lo que fue la “época de oro”, y sería bueno que los que hoy están puedan ver esa obra inaugurada. Es la gente mayor la que ha dado vida a todo esto; son ellos los protagonistas”.
Infatigablemente, este bastión de conocimientos sigue contándole sobre la historia barrial a quien quiera acercarse. “Esta obra vino a cubrir un vacío enorme por cuanto -aunque parezca una pedantería- de no concretarse el Museo, la historia de La Boca se habría tergiversado por completo porque al frente de organizaciones gubernamentales en el campo de la cultura hay personal inepto. Hay una enorme ignorancia sobre estos temas. Incluso en diarios importantes salen artículos que dicen cualquier barbaridad sobre La Boca. Por ejemplo, el otro día salió en Clarín que van a extender Caminito; eso es una aberración total, es como si dijeran que van a extender la Plaza de Mayo. Caminito es eso: pequeño, humilde. No puede sufrir ningún cambio y menos una extensión, porque eso es destruir la historia y nuestra identidad”.
La Boca, cuna de dos grandes del Fútbol Argentino.
Club Atlético River Plate y Club Atlético Boca Juniors.
River Plate se fundó en el barrio de La Boca en 1901, por la fusión de los clubes Santa Rosa y La Rosales, y adoptó su nombre por la traducción literal del inglés de Río de la Plata. Luego de tener su estadio en la localidad bonaerense de Sarandí durante un corto periodo, volvió al barrio donde se fundó para mudarse después a Recoleta, donde tenía su propio estadio. Con el paso de los años el club creció en popularidad y tuvo que trasladarse en 1938 al barrio de Belgrano, al norte de la ciudad de Buenos Aires, aunque generalmente se relaciona la ubicación del club con el barrio de Núñez.
En 1915 en el predio ocupado por la calles Pinzón, Caboto, Aristóbulo de Valle y Pedro de Mendoza, en La Boca estrenaron la cancha.
Boca Juniors, una placa recuerda en la plaza Solís que el día 3 de abril de 1905 un grupo de entusiastas boquenses daban el puntapié inicial de una empresa deportiva que, en el año 2005, celebró los primeros cien años de fructífera vida.
Acotemos que los tradicionales rivales futbolísticos porteños -y argentinos- nacieron en este barrio. Primero lo hizo River Plate, en 1901.
Pocos años después se fundó Boca Juniors.
La historia de los colores boquenses, así como la incorporación de la palabra “Juniors” es tradición seguramente conocida por los simpatizantes, pero nos da gusto recordarla: entre distintas versiones, la palabra ” Juniors” la sugirió Pedro Santiago Sana -uno de los undadores-, para darle al club recién nacido un toque de distinción, mientras que el color que los identificaría lo iba a dar el primer barco que pasara por Las Tres Bocas del Riachuelo.
El hecho es que pasó una embarcación con la bandera sueca, de ahí viene el color azul y oro del tradicional equipo deportivo.
El mural de Quinquela que está en el hall de entrada del estadio ilustra esta anécdota.
A los simpatizantes del Club Atlético Boca Juniors se los conoce como los “xeneizes”. Este apelativo tiene su origen en nombre de la ciudad de origen de gran cantidad de los primeros italianos que habitaron la zona, Génova, que en su dialecto se denomina “Xenoa”, de allí, “xeneizes” sus habitantes y por extensión, nuestros porteños de La Boca y los simpatizantes del club. Previa a su instalación en el lugar que hoy ocupa, tuvo sus estadios deportivos en distintos sitios entre los que se encuentra la localidad de Wilde (en 1912) hasta que el 6 de junio de 1924 inauguró uno de madera, en el sitio donde hoy se alza su estadio. Iniciado en 1932 en Brandsen 805, es el único que cuenta con tres bandejas superpuestas, la última de las cuales fue ganada mediante la expansión del edificio fuera de las líneas municipales, en un alarde ingenieril que culminó como obra paradigmática del Ing. José Luis Delpini y sus asociados, arquitectos.