JUAN DE DIOS FILIBERTO
FILIBERTO, Juan de Dios. (Nombre de familia: Oscar Juan de Dios Filiberti). Músico. Violinista. Director. Compositor.
Nació en Buenos Aires, barriada de La Boca, el 8 de marzo de 1885. Hijo de Juan Filiberti y de Francisca Rubaglío. Su padre, a quien se conocía por “Mascarilla”, tuvo a su cargo, a fines de siglo, la administración del Bailetín del Palomar, recreo próximo a la esquina de Suárez y Necochea, y de una casa de diversiones con música en Brandsen y Villafañe, siempre en la zona ribereña. Cursó la enseñanza primaria en diferentes escuelas: la Almirante Brown, la de Necochea y Pedro de Mendoza, el colegio salesiano de San Juan Evangelista. A la par de los últimos años de la primera enseñanza, cursados en el colegio Árgaño, comenzó su largo desfile por oficios diversos: fue calderero, lustrador de zapatos, ayudante de confitero, cadete de escribanía, mandadero de una agencia de loterías, vendedor callejero, aprendiz de albañil —el oficio de su padre— y, a ratos, estibador o carrero. En 1899 estabilizó su trabajo como mecánico. Y desde 1904 hasta 1910, se desempeñó en los talleres navales de Mihanovich. Por ese entonces ya había incursionado por los caminos de la música, tocando de oído primero, una armónica, y luego una guitarra que sustrajo a cierto marinero inglés y con la cual integró un conjunto boquense con otros
once guitarristas. Los conocimientos elementales de solfeo se los impartió Héctor Polzinetti, que trabajaba como carpintero en Mihanovich. Más tarde —1908—enriqueció su saber bajo la atención del maestro Piaggio, director de banda éste, en la Sociedad Unión de La Boca, quien le enseñó solfeo cantado y le perfeccionó la rudimentaria técnica violinística que había aprendido con Bachicha, un genovés amigo suyo. Con la vocación perfectamente definida ya, ingresó al Conservatorio Pezzini- Stiatessi, donde César Sttiatessi le dio clases. Posteriormente continuó sus estudios con Torcuato Rodríguez Castro, quien le introdujo en la armonía durante su paso por el colegio Roca y le gestionó una beca para seguir cursos superiores con Alberto Williams. En el conservatorio de éste, además, recibió clases de piano de Argenciani, para concluir su instrucción musical junto a Eduardo Fornarini que le dictó contrapunto. Se ganó entonces su vida, dando clases y tocando violín en pequeños conjuntos de fugaz actuación en su barrio y en un cuarteto de cámara. Ya había compuesto a esa altura su primer tango, Guaymallén, dado a conocer durante una breve estada en Mendoza, en 1915, y el cual dedicó a un grupo de artistas mendocinos. Desde 1916 hasta 1918, produjo otros seis: Suelo argentino, Cura segura, De mi tierra, Se recomienda solo, Quejas de bandoneón y La planchadorcita. Éste fue bautizado por el artista plástico Facio Hebecquer, a cuyo atelier de la calle Monasterio concurría juntamente con González Pacheco, González Castillo, Riganelli y Armando y Enrique Discépolo, para participar en unas tradicionales tertulias.
Al llegar 1920 sin haber logrado aún que sus composiciones alcanzaran mayor divulgación, comenzó la etapa durante la cual perfiló definitivamente su estilo y su ubicación temperamental en la música popular (1921), El besito (1923), El ramito (1923), Caminito (1924), La porteñita (1928), Clavel de/ aire(1929) —todos editados por Héctor Natalio Pirovano— y que configuraron la originalidad de su obra. Páginas reunidas bajo la de nominación genérica de “canción porteña” empleada ésta a partir de El besito, fueron, a pesar de su estructura rítmica semejante a la del tango, una forma popular cantable espiritualmente diferente. Acaso, el distingo sustancial estuvo —en lo musical— referido a la naturaleza de la línea melódica, dibujada sobre la base de notas largas y sobreentendidamente plasmadas para su vocalización o su ejecución en tiempos medios y, preferentemente, lentos o muy lentos. Y en lo anímico, por una ingenua y dulzona languidez —bien distinta, por cierto, de la melancolía del tango— y en la que se combinaron inesperadamente lo contemplativo del estilo criollo y la lírica lentitud de ciertas canciones populares italianas. Al margen de esta peculiar faceta de su producción y simultáneamente con ella, ofreció un nutrido repertorio de tangos de fisonomía ortodoxa, como Langosta, Malevaje, Cuando llora la milonga (calificado éste por su autor como”tango de concierto”), Ladrillo, Compañero, Comadre, Amigazo, Yo te bendigo y el instrumental Quejas de bandoneón, que, difundido por Julio De Caro, fue luego enriquecido con una hermosa variación para bandoneones escrita por Carlos Marcucci. Ya consagrado, dentro y fuera de fronteras por su obra de compositor imaginativo y original, virtualmente concluida en 1933, con Botines viejos, formó —también en tesitura diferente a la clásica Orquesta Típica— su Orquesta Porteña, con inclusión de instrumentinos —flauta y clarinete— y, posteriormente, de armonio. Formado a comienzos de 1932, su agrupación debutó en el Teatro Porteño, durante agosto de ese año.
Tocó luego en el Teatro Cómico, animando musicalmente las representaciones de la pieza Villa Crespo, de Alberto Vaccareza, y en la temporada veraniega de Mar del Plata.
También en 1933 participó su orquesta en el rodaje de la película Tango, con otras muchas figuras, bajo la dirección de Luis Moglia Barth. Se presentó desde entonces hasta 1930, por las emisoras Excelsior, Splendid y Belgrano, grabando desde Botines viejos y La charlatana (1932), sus versiones para los discos Odeón; entre éstas, las de El 13, Responso malevo, Hermano, que fueron bien representativas de su modalidad de intérprete y exacto reflejo propio de su “canción porteña”. En 1939, sobre la base de su agrupación, formó la Orquesta Folklórica de la Municipalidad de Buenos Aires, que condujo hasta 1948, durante los tres años siguientes, bajo el nombre de Orquesta Popular y Orquesta Argentina de Cámara. A más de los tangos ya mencionados, compuso La vengadora, Mentías, El musicante, Brasil, Que me la traigan, El último mate, Linyera, La vuelta de Rocha, Saturnia y, en sus últimos años, La canción (1959).
Falleció en su casa de la calle Magallanes 1140, frente a la placita Matheu, en La Boca, el 11 de noviembre de 1964.
Por Horacio Ferrer